El inspector leía y releía el informe de la fuga. En efecto y tal como se lo habían reportado cada uno de los 120 integrantes de la gendarmería que desfilaron uno a uno a su oficina para rendir testimonio, no había nada que pudiera identificar, ni un solo detalle, por pequeño que fuese, que ofreciera algún indicio de lo ocurrido. El informe concordaba, para su mala suerte, con horas de escucha, encerrado en un cuarto maloliente y caluroso e infestado de hedores y suciedad. Quedaban menos de doce horas para que su puesto quedase expuesto y perdiera los privilegios de una vida de sacrificio; sacrificio compuesto mayormente por favores y sobornos. Resignado, aventó el informe sobre el escritorio y se dirigió, tal vez por última vez a la celda del recluso no.830410.
En la puerta, un oficial hacía guardia mientras que otros dos volteaban el lugar de arriba abajo, tarea que no resultó difícil. El acogedor espacio se componía de un colchón húmedo y viejo tendido al piso, una cubeta oxidada con agua sucia y un excusado de aspecto repelente, nada más. – ¿Algo? – Preguntó el inspector con una exhalación que sus asistentes no supieron diferenciar entre un suspiro o un resoplido. – Nada inspector. De aquí se fugó un mago. – El oficial tragó saliva en cuanto notó en el rostro de su jefe que se acababa de jugar el puesto y una buena golpiza por el comentario hecho, ante lo cual agradeció el destello de su mente cuando de su boca se deslizó una segunda observación con mejor pronóstico. – Bueno, salvo por un detalle inspector, está en la ventana. – El oficial señalo con un movimiento de la cabeza y se apartó de inmediato.
Al acercarse pudo entender a lo que se estaba refiriendo. Uno de los barrotes estaba flojo, apenas lo suficiente como para darle un giro para que uno de sus extremos lograra desprenderse del marco de concreto. Al cabo de unos minutos, el inspector maldijo – Pero sí por aquí no cabe ni un niño. – Fue entonces que el inspector recordó algo del informe a lo que no prestó importancia. El recluso no. 830410 estaba en huelga de hambre. Abandonó la celda de inmediato y corrió tan rápido como pudo entre pasillos y escaleras que asemejaban un laberinto. Al estar de nuevo en su oficina levantó la carpeta del escritorio, sin darse tiempo para recuperar el aliento se dirigió a la página que recordó recién.
Fecha: 16 de abril de 1953. El recluso con el no. de ingreso 830410 lleva 64 días sin ingerir alimentos. El último reporte médico estima que, de continuar, el pronóstico refiere a una muerte inesperada por falla cardíaca o nerviosa. Ante la negativa de la persona por recibir nutrimento, se procede a dar aviso a las autoridades correspondientes para solicitar un deslinde de responsabilidad.
Fecha: 14 de marzo de 1953. El recluso con el no. de ingreso 830410 reporta haber iniciado una huelga de hambre, como “queja”, según sus propias palabras, ante los tratos recibidos y las condiciones del encierro que por orden judicial le han sido asignados.
Fecha: 15 de enero de 1953. El recluso con el no. de ingreso 830410, solicita un libro de la biblioteca interna. Se autoriza el uso por los siguientes 2 días hábiles para la obra con el título: “Faquires de medio oriente: la vía de la concentración”.
Fecha: 08 de enero de 1953. REPORTE GENERAL. Visita autorizada de la compañía teatral nacional, como parte de la campaña de “trato digno” iniciada en el presente mandato. El recluso con el no. de ingreso 830410, pudiendo elegir presenciar 1 de 3 actos presentados, en una duración breve y bajo estricta vigilancia, ha sido registrado en la presentación con nombre “La liga humana”. Al término del espectáculo, cuya duración no deberá exceder los 15 minutos, el recluso será enviado a su celda.